«Yo tengo donde vivir pero vengo acá porque No puedo aceptar pagar la comida.«, dice Gustavo Galienes (75 años) viene con un traje de venda plástica que es el acaban de dar en la parroquia Santa María de Caballito.
El Observatorio Social Deuda de la Universidad Católica Argentina (UCA) espera que la población aumentó, en el tercer trimestre de este año, hasta el 44,7% de los argentinos. Esta cita representa la historia de millones de personas guardando y rezanzando algo con su plato de comida.
Gustavo sostiene el plato de guiso con una mano, el tenor con la otra y se detiene. “para que me llene más”, dicho. la cuenta en Clarín quien esté jubilado, cobra la mínima y solo con eso puede pagar un boleto a Villa del Parque. “Yo vivía en otro lado, más pagar gastos hace que se me escapen las manos. Ahora estoy en otro lugar, pero si puedo estar en un lugar más económico es porque también tengo suficiente”, dijo en agarra un papá pedagogo de su bandeja.
Sin plata, Gustavo sabe que te emezar ha desprenderse del poco que tenía. “Se vende una mesa con sus sillas, un sillón y una mesa de centro”.
“La pobreza te lo arruina todo”Retruca otro hombre de la puerta, míntras recibiendo una porción de guiso.
La relevancia de la UCA es también del 44,7% de la población, la 9,6% (4,4 millones de personas) hijos indigentes. Al conocer estos datos, Agustín Salvia, director del Observatorio Social Deuda, explicó que sus momentos persisten en el estado y que no hay una salida positiva en la fase de ajuste que se lleva a cabo con ella, durante el próximo año. la pobreza seguirá aumentando mantener las ayudas estatales a las familias más pobres.
La luz se basa en el acero con más fuerza pero la habitación es más fuerte. No dejes que nadie deje el hilo en la terraza, porque es más dulce buscar sangre con jamón feta. Paradas a la intemperie hay les principales et mamás con chicos principales. En el mejor de los casos, hay un carrito en el que también guardas la comida, las bolsas o simplemente las manos.
En la parroquia de Santa María se puede entrar 150 y 180 personas por día. La oferta es para quienes comparten sus fideos con tuco y carne, una fruta, una sartén y cuando termina la mercadería regresa con algo de sangre. “Cada vez recibimos más gente, cada vez tenemos menos posibilidades de estar allí. “Hay gente que viene por primera vez y también otros tantos vietnamitas de la provincia como González Catán, Berazategui, San Vicente”, informa Antonio Senkowski, encargado de carnes.
La Basílica de María Auxiliadora y San Carlos es conocida como «Mafalda» entre los personajes en situación de calle. “Este es el camino más grande de las parroquias”, sugiere un hombre, enviado con un pedazo de cartón a la sombrilla de un edificio, que parece un cristal. Su comentario fue el correo exacto del lugar, una fila de personas que bajo la noche esperaban que fueran el día 19 para venir, según él, «al lugar de comida más variado que tiene».
“Llevo un mes viniendo aquí, varias veces, otras no, cada tanto”, dice Estela (59 años). Tu piel es impoluta, tus labios rosados y tus ojos con sombras verdes. “Cualquiera que haya estado en esta situación, siempre le ha salido bien. Tengo un técnico, pero no tengo comida.”, dijo uno Clarín. A la mujer le sobrevive el chagas y se niega a limpiar su casa mientras está allí.
Con una gorra que usamos con la visera hacia adelante, buscamos a Martín Luque (49). “Hace dos años en esta situación. Trabajos de limpieza en una pizzería y gano 70 millones de pesos «Ahí es donde puedo conseguir un pedazo de pastel», dijo.
Martín entró en la basílica el día 18, para ser uno de los primeros y también se tomó el tiempo para retomar su trabajo que empezó el día 20. Sus días también son todavía, y cuando no hay otro centro abierto para jubilarse, se ya un poco. de la banda del día anterior para dejarla algo en el estómago.
“Yo, el rebusco. Una tercera vez, una segunda vez en solitario o en solitario. Simplemente una persona que sigue la vida lo mejor que puede. Yo hoy vivo de caridad«, Expresar.
Diego Miranda (38 años) acudió con dos bolsas, cada una en una mano, una prenda de vestir y otra caja con comida y víveres de la mandarina que estaba en las escaleras de la iglesia. “Han pasado 4 años desde que paro por acá. Tengo dos hijos. Cada vez está más jodido”describir.
Diego, que también sale a buscar comida todas las noches, también tiene un turno para ayudar descargar venta al por menor o, a veces, limpiar ventanas de automóviles. “Siempre lo hago. Hay que sobrevivir”, esto me permitirá pasar rápidamente a salvar vidas.
La luz no es para cuero y el lino está firme, con su paraguay celeste y blanco que está a punto de desarme, en la fila esperando su comida del día. “Tengo 74, vivo aquí en la calle Maza, un señor me ayuda a comprarlo porque le bajé el precio. Todavía vive con los niños, en casa o en los jardines. “Cada vez veo a más gente acá, hay más compañeros de comedor”, dice.
“Tienes suerte de vivir solo y no puedes alimentar a una niña. Yo puedo arreglar eso. Pienso que el año que viene a buscarnos está en este espacio por venir, pero nosotros también estamos aquí. Sobreviviendo”, sintetiza.